lunes, 27 de diciembre de 2010

Yo amo a los homosexuales

Por Javier Alejandro Sottini


Imagino lo que estará pensando al leer el título de esta nota:
“Tan hombrecito que parecía”.
“¡Y sí!... con ese nombre (Javier) no le quedaba otra”.
“Algo noté cuando vi que extendía el dedo meñique al tomar mate”.
Pero no, en realidad no me refiero a eso con “amar a los homosexuales”, me refiero al amor que proviene de Dios.
Hace unos meses en Argentina se aprobó la ley de matrimonio igualitario, por lo que personas del mismo sexo pueden casarse. Hubo muchas y muy variadas manifestaciones –algunas muy agresivas- en su contra.
Pero lo que me llamó la atención era que esas manifestaciones no eran en contra de la ley, sino de las personas. Muchas de ellas eran insultadas, humilladas y hasta condenadas al infierno (como si eso dependiera de algún mortal).
Imagine que su vecino es homosexual. Cierto día usted se planta frente a su casa con una pancarta que denosta, injuria y degrada esa condición, y por si no queda claro, agrede a la persona que la ostenta, en este caso, su vecino. Luego de varios días de “manifestación santa” se aprueba la ley y usted “derrotado”, regresa a su casa.
A la semana siguiente decide hacer lo que Jesús nos encargó: Predicar el evangelio a TODAS las personas. ¿Usted cree que su vecino le abrirá la puerta y estará dispuesto a escuchar sobre el amor de Dios? Creo que no.
Ahora le hago otra pregunta: Cuando se casan ladrones, mentirosos, asesinos o borrachos, ¿hacemos manifestaciones frente al Registro Civil oponiéndonos a esa unión? Lo ayudo con la respuesta. ¡No!
El problema nunca fue el matrimonio, el problema siempre fue –y es- el pecado. Más exactamente, la falta de convicción de pecado que padecen estas personas, porque no conocen a Jesucristo. Jesús ama al pecador (entre ellos a los homosexuales) pero aborrece el pecado. Eso mismo deberíamos hacer nosotros.
¿Ahora entiende lo que quiero decir con amar al homosexual?
Jesús murió en la cruz por TODOS, todos somos pecadores, con la diferencia que nosotros nos arrepentimos y aceptamos la expiación del Señor, por su misericordia.
El mundo sólo se divide en dos grupos: los pecadores y los pecadores arrepentidos.
Si Jesús hubiese estado frente al Congreso de la Nación mientras se promulgaba la ley, seguramente no hubiese podido escribir en la tierra (el progreso nos tapó con asfalto), pero a ciencia cierta, al ponerle delante a un homosexual, Él le hubiera dicho: “Yo no te condeno, vete y no peques más”.

2 comentarios:

  1. Interesante y valiente posición la suya, conincido en la mayoría de lo expresado, pero convengamos que nuestro deber es denunciar el pecado, ¿no le parece? No podemos quedarnos de brazos cruzados.
    Atte.

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  2. Y usted no tiene pecado??
    Jesus mismo les dijo: El que este libre de pecado, tire la primer piedra...
    Y todos se marcharon.
    De que yo sepa, la hipocresia y el legalismo tambien es pecado.
    Y si coincido con usted que No debemos quedarnos con los brazos cruzados, sino obedecer y predicar el evangelio a toda criatura.
    Roberto

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