martes, 21 de septiembre de 2010

Tiburones en el estanque

Por Javier Alejandro Sottini

En los restaurantes chinos de las grandes ciudades, existen inmensas peceras con gran cantidad de peces. Si un cliente desea cenar pescado, simplemente se acerca al gran cubo de vidrio y escoge el pez que quiere. Se lo saca con una red y se cocina de inmediato. De esa manera se asegura la frescura del alimento.
Hace un tiempo, hablando con el capitán de un barco chino, le pregunté cómo hacían para llevar a los peces desde alta mar a la costa, sin que murieran en el camino, que generalmente lleva días.
Él me explicaba (en un idioma parecido al castellano) que ese es un logro relativamente reciente. Años atrás, los pesqueros tenían grandes estanques en sus bodegas y allí colocaban los peces en agua de mar. A pesar de ello, más de la mitad llegaban muertos al puerto y debían ser descartados.
Luego de mucha paciencia y observación (quién puede ser más paciente y observador que un chino) se dieron cuenta que los peces morían porque les faltaba un estímulo para nadar, permanecían quietos, suspendidos en el estanque, y al no filtrar el oxígeno del agua a través de sus branquias, literalmente morían ahogados.
La solución al problema fue simple. Proveyeron a los peces de un gran estímulo para que naden, colocaron en el estanque dos pequeños tiburones.
El 95% de los peces llegaba vivo al puerto. Supongo que el 5% restante formaba parte del pago a los escualos.
Los peces necesitaban un problema para vivir (vaya que eran un problema los tiburones), de lo contrario, morían.
¿No se siente identificado con estos peces? Yo sí.
Los problemas, las pruebas y los conflictos que padecemos en nuestra vida, son como esos tiburones, mantienen nuestro espíritu vivo. Nos dan la razón para buscar a Dios con más fervor, nos alientan a leer la Biblia, nos “obligan” a ser mejores cristianos.
Si no pasáramos por momentos de tribulación y angustia, ¿quién sería salvo?
El plan de Dios es perfecto y Él es quien coloca los tiburones en nuestro estanque por algún tiempo, estando atento al momento justo para sacarlos.
Recuerde que Él es un pescador de hombres.
“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3-4).

3 comentarios:

  1. Sencillamente cierto y hermoso. Gracias por compartirlo.

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  2. Sus analogías son muy buenas. Transforman en sencillo lo complejo. Dios lo bendiga.

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  3. Que realidad....si Dios no nos mandase los tiburones...muchas veces nos olvidariamos de El....cuanto amor...gracias Padre

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