jueves, 6 de mayo de 2010

Porque yo no olvido...

Por Javier Alejandro Sottini

Hoy no es tu mejor día, papá.
Tal vez sea el peor de tu vida.
Tal vez sea el último.
Y mientras te veo inmóvil en la cama, la tinta se mezcla con mis lágrimas y mis recuerdos.
Porque yo no olvido.

No olvido cuando mis hermanos y yo íbamos a la iglesia de punta en blanco. La mejor ropa. El mejor calzado. Y al arrodillarnos veía el agujero en la suela de tu zapato. Lo cubrías con un cartón para que no se rompiese tu media al caminar. ¿Te acordás?
Porque yo no olvido.

No olvido que para enseñarme qué era la honestidad no usaste palabras. Cuando pediste ese crédito en el Banco Provincia y el cajero te dio mucho dinero más del que correspondía, y al llegar a casa te diste cuenta, simplemente tomaste los billetes que habías recibido de más por error, y juntos fuimos al banco. El empleado se encontraba llorando en un sillón (lo que te había entregado de más equivalía a un año de su salario) y al verte regresar con el dinero en la mano se abalanzó para abrazarte y agradecerte. Al día siguiente, el banco publicó en el diario de la ciudad una solicitada que decía que Hugo Oscar Sottini era un hombre honesto de verdad, y no de la boca para afuera.
Yo fui testigo.
¿Te acordás?
Porque yo no olvido.

No olvido que las nociones que hoy me habitan y las herramientas que me permiten vivir en este mundo, fuero forjadas por interminables horas de esfuerzo en los Altos Hornos de SOMISA. Nunca te quejaste. Siempre tuve todo lo que necesité. Nunca debí trabajar para poder estudiar. No era necesario, vos estabas conmigo.
Parte de los males que hoy te acorralan, son consecuencia de aquellos años de ardua labor en beneficio de tu familia.
¿Te acordás?
Porque yo no olvido.

No olvido mi pelota número 5, ni la pista Scalextric, ni mis botines con tapones intercambiables, ni los helados interminables, ni mi Commodore 64… No olvido nada. Siempre estuviste presente, en las buenas, en las malas, y en las muy malas estabas más.
¿Te acordás?
Porque yo no olvido.


Y tampoco olvido lo más importante que me diste: el conocimiento de Jesús. Me enseñaste el camino que hoy transito con mi propia familia. Camino que no tiene un fin en esta vida, sino que se perpetúa en la eternidad. Dios te usó a vos, para presentármelo a mí. Y vos te dejaste usar.
¿Te acordás?
Porque yo no olvido.
Y Él tampoco.

No siempre fuiste el padre que quise, pero siempre, sin excepción, fuiste el padre que necesité. Me llevó años comprender que no siempre se desea lo que se necesita.
Hoy tu legado es mío y yo seré el encargado de dárselo a Abril, tu nieta. Y podés estar seguro que eso haré, tal como vos me lo enseñaste.
Porque yo no olvido.

4 comentarios:

  1. testimonios como este son lo q hacen q adore aun mas a Dios.
    Gracias por compartirlo!

    ResponderEliminar
  2. Qué orgulloso debe estar tu padre de tener un hijo como tú. Y que afortunado has sido de que te tocara un padre como él. Es hermoso lo que sale de tu corazón! Yo también te agradezco por compartirlo.

    ResponderEliminar
  3. Nada hay mas hermoso que recordar a un padre y de la forma en vos lo hiciste.
    Identifique a mi padre también y todas sus enseñanzas. En nuestro camino al cielo el llegó primero y aun después de casi 11 años lo extraño...Gracias por el recuerdo.Gabriela.

    ResponderEliminar
  4. Algunas pesonas tiene el don poder expresar lo que sienten x escrito. Sin conocerte, con solo leerte te digo que vos lo tenés. Dios te bendiga.

    ResponderEliminar