jueves, 17 de febrero de 2011

La estrategia del tero

Por Javier Alejandro Sottini

Tero. No es el nombre más lindo que un ave pudiera tener. Les fue mejor en el reparto, al cóndor, al águila y al halcón. Pero al tero, le tocó llamarse tero.
En algunos lugares lo llaman teruteru, haciendo honor a la onomatopeya del chillido que lanza al levantar vuelo. Pero en relación al nombre no le hicieron ningún favor.
El asunto es que, de esta ave zancuda, de unos 35 centímetros, de plumaje blanco con mezclas de gris y negro, no es su aspecto, ni su canto lo que la destaca. Tampoco el nombre como ya mencioné.
El tero se hace grande por su increíble instinto y las magistrales técnicas que utiliza para sobrevivir, enfrentándose a depredadores de mayor porte, velocidad… y seguramente nombres más bonitos. (¿Se nota que el nombre no me gusta?).
El tero anida en el suelo, entre una que otra matita de pasto. Allí la hembra coloca sus huevos y los empolla. Cuando nacen los pichones, en ese mismo lugar son alimentados hasta que pueden volar por sus propios medios.
Da la impresión que un zorro podría elegir para el desayuno huevos o pichones de tero cuando se le antoje. Claro… ¡el nido está en el suelo!
Pero no es así.
Cuando un zorro se avecina al nido, el tero lo abandona rápidamente y comienza a renguear, extendiendo una de sus alas. Su caminar se hace torpe, y al intentar levantar vuelo, cae aparatosamente al piso.
El zorro considera que es una mejor presa un tero adulto que unos huevos, o algunos pichones, y se decide a perseguir al “ave malherida”, que sigue haciendo el papel de víctima, hasta que el zorro se acerca a unos pocos centímetros y lanza su primera dentellada. Nunca logra su cometido.
Y así el tero va alejando al zorro del lugar donde está su prole. Cuando la distancia es suficiente, y tras el último intento del zorro por clavarle los dientes, el tero levanta un perfecto vuelo y se aleja del lugar, dejando al pequeño cánido con un enorme signo de interrogación sobre la cabeza.
Lo gracioso es que el tero siempre repite la misma estrategia. Y el zorro nunca aprende.
Muchas veces a nosotros nos pasa lo mismo. El enemigo de nuestras almas nos distrae con uno que otro espejito de color. A veces nos aleja llenando nuestra cabeza de problemas y diciéndonos al oído que si nos esforzamos mucho, podremos solucionarlos por nuestra cuenta.
Otras veces lo hace atiborrándonos de muchas cosas buenas para hacer, pero que nos impiden tener apenas un tiempo de soledad con Dios.
Y así, lentamente, nos aleja. Nos aleja del nido. Nos aleja de Dios.
No nos convertimos en narcotraficantes, vendedores de armas o sicarios, apenas en cristianos muy ocupados resolviendo problemas o haciendo “cosas buenas”.
Pero de todos modos, alejados del Padre.
No olvidemos que nuestro lugar es bajo las alas del Señor, que nada nos saque de allí.
Lo gracioso es que él siempre repite la misma estrategia. Y nosotros pocas veces aprendemos.
Estemos atentos a la maniobra de nuestro enemigo, y desarmémosla al ponerla en evidencia.
Hablo de Satanás, no del pobre tero… que ya bastante tiene con su nombre.

3 comentarios:

  1. Hermosa y aleccionadora reflexión sobre un ave a la cual JAMAS había escuchado nombrar. Finalmente el ser humano es un cabeza dura capaz de tropezar con la misma piedra una y mil veces. Gracias por atraparme en su lectura, siempre la disfruto enormemente.
    Por cierto ¿Onomatopeya también puede escribirse con "h"?

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  2. Gracias por su comentario. El idioma es algo vivo y como tal, en constante cambio. Palabras nacen, palabras mueren. Hace algún tiempo podía escribirse honomatopeya, toballa y empero. Hoy fueron reemplazadas por onomatopeya, tohalla y pero. ¿Quién podría haber pensado que hoy existiría en verbo "guglear"?

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